domingo, 1 de enero de 2017

Olas y ajos, cagada tras cagada o CTC


Olas y ajos.


19 de Agosto de 2019


Hoy me río mientras escribo esto, pero la verdad es que las pasé canutas. Hay un fenómeno al que los barcos son especialmente sensibles. Ocurre cuando una incidencia o un error concreto se convierten en detonante para entrar en una espiral de pequeños errores que van encadenándose, hasta que una situación que en principio quizás era más o menos salvable, puede convertirse en un infierno. Comentándolo un día con un amigo en Barcelona, me dijo, para mi sorpresa, que este fenómeno tiene nombre: CTC, siglas de “cagada tras cagada”



Mientras voy puliendo el próximo post, os dejo con esta anécdota que narra el último y más absurdo CTC que he vivido a bordo de Thor.


Thor zarpa el día 23 de mayo a las 17h de Santa Marta hacia Cartagena de Indias. Una travesía de 120 millas que espero cubrir en unas 15 horas navegando a un largo con 18 nudos de viento si el parte acierta. Tengo que alejarme al menos unas 20 millas de la costa a la altura de Barranquilla, para evitar la desembocadura del rió Magdalena, que ahora en la estación de lluvias, vomita troncos de árboles enteros entre otras cosas, que se adentran varias millas en el mar. A parte de esto el viaje no presenta más complicaciones.


A medida que me alejo de la costa, el viento arrecia y Thor que ya tenía ganas de volver a navegar, se lanza veloz surfeando alguna de las olas que empiezan a formarse. Anochece. Quiero llegar al amanecer. Si veo que avanzo demasiado rápido tendré que reducir trapo, pero por ahora vamos a darle caña, que a mi también me apetecía después de estar varios días en dique seco.


Cuando llevo unas 5 horas de placentera navegación y ya en plena oscuridad, empieza la fiesta. Thor se sale del rumbo y se atraviesa a las olas provocando que las velas flaméen escandalosamente. Corro al timón y veo que el piloto automático no responde. Corrijo el rumbo gobernando a mano.


Thor está equipado con dos pilotos automáticos. Navegando en solitario, quedarse sin piloto es un problema muy serio, ya que este tipo de barcos si hay un mínimo oleaje no aguantan el rumbo por mucho que amarres el timón. Es la primera vez que me falla el piloto. Cuando abro la tapa que da acceso al mecanismo me quedo atónito. Se ha roto una robusta pieza de aluminio que va soldada al sector quesujeta a la mecha del timón, y sobre la cual se conectan los brazos de ambos pilotos. Esto significa que tampoco puedo conectar el segundo piloto.



Pienso que tengo 2 alternativas. Volver a Santa Marta, unas 5 horas más o menos, o seguir hasta Cartagena a unas 10 horas de navegación. Decido seguir, ya que a pesar de que es el doble de tiempo, pienso que esto lo solucionaré mejor en Cartagena y el viento me es más favorable. Al fin y al cabo 10 horas al timón tampoco es el fin del mundo y en peores garitos hemos hecho guardia.



Me lo tomo con filosofía, va a ser una noche larga, pero pienso en la suerte que he tenido de que esto se ha roto aquí y no en medio del atlántico, lo que hubiera significado realmente un problema mayúsculo.

El tiempo pasa y empiezo a sentir los primeros síntomas de fatiga en los brazos. Por otra parte, necesito comer algo y ya he comprobado que en las actuales condiciones, como máximo puedo soltar el timón unos 30 segundos antes de que el barco pierda el rumbo por completo y se atraviese a las olas.


El hambre aprieta. Trinco el timón y corro al interior en busca de algo fácil para echarme a la boca. Me como una galleta y sin pensarlo demasiado también pillo un diente de ajo que me zampo crudo. Tengo que decir que el ajo me encanta y que de vez en cuando me gusta engullirlos de esta manera. Es decir a pelo. Al ir solo no ofendo a nadie. Además es mega sano, desinfectante, antibiótico y no se cuántas cosas más. Acabo agarrando un puñado de ellos y el paquete de galletas y regreso rápidamente al timón orgulloso con mi botín. Ya tengo cena.


Mientras, Thor ya se ha desviado por completo del rumbo, está a merced de las olas y las velas se quejan de nuevo montando su follón particular.

Corrijo el rumbo. El tiempo pasa y cuando me doy cuenta me he cepillado 6 dientes de ajo amortiguados con galletas. Una insensatez enorme. Aunque normalmente mi estómago lo soporta bien, creo que hoy lo he pillado desprevenido.

No tardo en sentir una sed espantosa. No quiero volver a soltar el timón y aguanto. Sin embargo, media hora más tarde, en un arrebato de desesperación dejo el timón de nuevo, salto a la cabina y me trago una Coca-cola que dicen que va tan bien para la digestión. Pronto, algo hace chup-chup en mis entrañas.

Después de 4 horas seguidas llevando el timón sin tregua, me duelen las manos, los brazos y los omoplatos, empiezo a tener alguna rampa y me cuesta mantener los ojos abiertos. Todo esto se traduce en bandazos innecesarios por parte de Thor, que toma las olas como si fuera su primer día de clase por mi culpa. Me pongo el arnés para no irme al agua. Esto se va complicando.

Lo de la rotura ha sido imprevisible, pero lo del cristo que se está organizando en mi estómago completamente gratuito. Una estupidez monumental del capitán que no sé en que carajo estaba pensando cuando se comió el primer ajo.

La situación es la que sigue. Son las 4 de la madrugada. Calculo que al menos aún me quedan unas 6 horas más para alcanzar Boca Grande, la escollera de entrada a la histórica bahía de Cartagena de Indias. Valoro la posibilidad de poner el barco a la capa y echarme a descansar un rato, pero el tráfico de mercantes y petroleros por esta zona es intenso, tengo tierra a sotavento y las corrientes por aquí son traicioneras, así que por ahora lo descarto. Además quiero acabar con esto cuanto antes.

Soy consciente de mi última estupidez. A estas alturas, ya pienso que a quien se le ocurre inyectar el gas de una Coca-cola a un estómago repleto de ajo y galletas Chiquilín. Noto que arde Troya.

En un ataque de lucidez, corro nuevamente al interior y me meto medio litro de leche, con la modesta intención de crear una capa aislante en mi estómago que amortigüe el tema. Mientras, Thor se va nuevamente por donde le da la gana atravesándose a las olas, que ya tienen un par de metros, y provocando que casi me empotre contra el extintor que cuelga de la mampara al lado del motor, lo que lleva a que el tetrabrick del lácteo se me escape de las manos y estalle sobre la mesa de cartas, el lugar más idóneo para estallar, (si yo fuera el tetrabrick también lo haría sobre la mesa de cartas, más que nada para joder), con el consiguiente estropicio, lluvia de leche incluida.

Esto se está desquiciando. Es un CTC en toda regla.

Cuando ya estoy a punto de volverme medio loco se produce una pequeña explosión en mi esófago, que se expande rápidamente hacia la laringe y se materializa saliendo por la boca en forma de eructo. Un eructo espantoso y descomunal que me pilla por sorpresa. Un eructo que, lo juro, ha lanzado metralla de ajo.

La consecuencia inmediata a tan desdichado acontecimiento es que mis gafas se han entelado debido a los vapores, con lo que no veo un pijo y esto hace que la situación ahora mismo pase de ser peligrosa, a francamente muy peligrosa. Todo esto mientras me invade el feroz sabor del ajo de la gran puta macerado en jugo gástrico, se me incendia definitivamente el aparato digestivo así como la poca dignidad que me queda, y pienso, al tiempo que lanzo sonoras blasfemias, e intento llegar al timón a gatas palpando con las manos para recuperar el maldito rumbo, que ya no tengo edad para meterme según que cosas, a según que horas, en según que océanos y que podía haberme comido un plátano.

En fin, un despropósito como la copa de un pino del que, penurias a parte, al final conseguiré salir más o menos ileso, gracias entre otras cosas a que el viento y las olas han ido a la baja, permitiéndome soltar el maldito timón de vez en cuando para relajar los músculos así como el tono de las blasfemias.

El 24 de mayo las 10:05 am hora local, Thor entra majestuoso en la bahía de Cartagena de Indias, con servidor a bordo hecho literalmente una piltrafa.

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